lunes, 1 de febrero de 2010

martes, 24 de noviembre de 2009

Los actores toman las calles




En Navarra sólo hay una Escuela de Teatro. Es el único centro en esta Comunidad donde pueden formarse aquellos jóvenes que aspiran a ser actores algún día. Lejos de la estabilidad que deberían disfrutar debido al bagaje de 25 años de enseñanza que acumulan sobre sus espaldas, la Escuela se halla en una situación de precariedad permanente. "Este año la excusa para el recorte presupuestario ha sido la crisis. El año pasado era el alquiler, no sabíamos si nos iban a cambiar de edificio o si seguiríamos en el actual... Parece como si siempre molestáramos por algo", comentaba Maite Lafuente, una ex-alumna que ha tenido que vivir continuas luchas para reivindicar el papel de la Escuela. La última tuvo lugar el pasado 12 de noviembre, cuando los alumnos que desarrollan su formación allí actualmente salieron a la calle para manifestarse. ¿Por qué lo hicieron en esta ocasión? Por los recortes en los presupuestos que el Gobierno de Navarra había asignado a la Escuela. La subvención que la financia ascendió este año a los 480.000 euros, y para 2010 pretendían reducirla hasta 250.000 euros. La financiación procede de dos fuentes: el Departamento de Cultura y el de Educación. Este último sólo les había asignado un euro de partida presupuestaria. Los alumnos vieron que la situación se perfilaba como insostenible y decidieron hacerse oír. Para ello, no dudaron en desplegar su arte y hacer aquello que mejor se les da: teatro. Se vistieron de modo estrafalario para llamar la atención de los transeúntes, se encasquetaron llamativas pelucas para qye se les hiciera caso por una vez y se cubrieron las narices con bolas rojas de payaso, las cuales acababan de completarse con unos carteles en los que podía leerse: "Manda narices". Con ello, expresaban su enfado y su indignación. A todo aquel con el que se cruzaban lo interpelaban con la siguiente pregunta: "¿Qué ha pasau?", para simbolizar con esta interrogación el desconcierto que les provoca el que se los tenga tan poco en cuenta y se juegue tan a la ligera con la supervivencia del centro que los está dotando de formación profesional y en el que están fraguando su futuro y sus ilusiones.

"Estamos ya hartos de tapar heridas y no cubrir la realidad. Queremos una estabilidad para la escuela, para el local, que no nos vuelvan locos cada año y un presupuesto acorde con la calidad cultural que se está ofreciendo tanto en espectáculo como en formación", reclamaba Estefanía de Paz. Ella ya no estudia en la Escuela, porque terminó el año pasado, pero hasta tal punto se crean lazos en este centro, que los que salen de él siguen apoyando a sus compañeros y velan por su bienestar. Y es que, todos los que pasan por sus aulas se sienten muy agradecidos de lo que allí aprenden:

"Aprendes a valorar tu cuerpo, a de repente verlo como una herramienta de trabajo, una voz que puedes modular, un conocimiento personal, de cada músculo, la capacidad de poder transportar toda la emoción, lo que piensas, lo que sientes... eso es riquísimo. Entrar en la escuela me ha cambiado la vida", aseguraba Estefanía.


"Yo llevo en la escuela desde los seis años, y allí he pasado los mejores años de mi vida. Como alumno te duele esta situación, porque peligra tu formación. Como persona, mucho más. Para mí, la Escuela es mi casa. Me encantaría dedicarme a la interpretación profesionalmente y hacerlo en Navarra y que tuviera salidas para poder hacerlo, actuar en una compañía y montar espectáculos de calidad, cosa muy difícil hoy en día", corroboraba Fermín Cariñena.

Otra de las reivindicaciones que expresan es que se apruebe la oficialización de la formación que reciben, algo que no han conseguido en los últimos 25 años.

"Nos gustaría que se reconocieran el trabajo que hacemos y una oficialización de lo estudios. Actualmente no consigues ningún tipo de graduado y creemos que debería ser oficial porque cumple las condiciones para serlo. Queremos que se nos tenga un poco en cuenta", se quejaba Javier Pellicer.

Y es que el esfuerzo que estos estudios requieren debería recibir un reconocimiento

"Son tres años en los que estamos al pie del cañón de nueve de la mañana a tres de la tarde, muchas tardes nos toca estar ensayando, montando... Es un oficio muy sacrificado, porque debes tener una constancia de entrenamiento tremenda y eso no se valora. Además, el nivel de esta Escuela es altísimo. Hay gente que se va a Madrid, a universidades de teatro, y comprueban que no tienen el valor y la calidad de la de aquí. Es una formación dura, cansada, todos los días tienes que sudar. A los futbolistas les pagan por sudar, ¿no? Pues a nosotros también. Es una queja a nivel social, de que nos traten bien a los actores y al mundo de la cultura, que no nos tengan mareados. Queremos una estabilidad para poder crear, si no, nos paralizan", explicaba Estefanía.


El que Pamplona aspire a ser capital de la cultura en el año 2016 y que luego trate de esta forma a sus propios centros de formación cultural les resulta a muchos una incoherencia.

"Es ridículo. Para ser capital de la cultura hay que cuidarla mucho y tener una cantera actoral propia. Si no tenemos una forma de actuar propia, unas compañías propias a las que les demos ventajas, ¿cómo vamos a pretender ser capital de la cultura? Es un poco ilógico", remarcaba Fermín.


Me parece penoso que se nos trate así, sobre todo en el momento en que se está exigiendo que Pamplona sea capital europea de la cultura en 2016. Y no solo por la escuela, sino por otros ámbitos culturales. Aquí no hay nada. Sólo se hacen edificios culturales y monumentos, pero la esencia de la cultura no se mueve para nada. Aquí en Navarra, cada vez que hay algún tema cultural, la gente va, conecta muy bien. La prueba está en que cada año la Escuela ha ido a más. Tuvieron 18.000 espectadores el año pasado en los diferentes actos que se han hecho. Las cifras están ahí, la gente necesita ver algo", afirma Maite.


Y parece que la sociedad sí ha reaccionado ante el peligro que corría ese foco de cultura y entretenimiento, tal vez porque, como explica Javier,

"cerrar una escuela es volver atrás en el tiempo. Sea de lo que sea, supone retroceder. La gente va a formarse allí como profesional y también como persona. Estamos notando bastante respaldo, sobre todo, por parte de los medios, que es una forma de que llegue al resto de la gente, y la verdad es que se agradece el apoyo".

Estefanía aporta otros argumentos para justificar la avalancha de apoyo y de complicidad procedente de diferentes colectivos que dicen haber recibido en la Escuela:

"La gente consume mucha cultura. Casi sin darte cuenta te lees un libro, ves una peli, y está tan integrado en la sociedad que es difícil no sacar una sonrisa o una palabra de apoyo o una recogida de firmas, porque somos consumidores de cultura y quien no la hace, la consume. En el proyecto de fin de carrera tuvimos 5.000 espectadores. De verdad que el teatro tiene difusión".

Finalmente, lograron que en los Presupuestos Generales del Estado les restituyeran la misma cantidad de subvención con la que contaban hasta ahora. Eso sí, ha tenido que ser el Estado, y no el Gobierno de Navarra, el que los financie.

"Está muy bien que pidan la subvención a otro sitio, pero debería salir de aquí, porque luego se nos llena la boca presumiendo de todo lo que hay en Navarra, de la cultura, y tenemos que ir a Madrid a pedir los presupuestos. Aunque ahora estemos mejor, el año que viene volveremos a estar igual", se lamentaba Itziar Andrada.

"Esto no deja de ser una tirita, un parche. La escuela lleva 25 años con este problema de forma distinta. Es una continua lucha, no solo de la escuela, sino de la cultura en general. La gente tiene que ir a estudiar fuera, y los de Pamplona tendríamos que poder vivir de lo que nos gusta. Los profesores hacen un esfuerzo para que no se note que hay problemas, pero para ellos supone mucho esfuerzo, mucha energía, mucho recorte y apretarse las tuercas. Los que dan los presupuestos se acomodan a eso porque ven que más o menos nos apañamos... pero es agotador para los profesores, que intentan que la formación sea lo mejor posible. Pero podría llegar un momento en el que no dé para cubrir reparaciones, mantenimiento... Ahora parece que igual no cierra la escuela, pero da mucha pena que haya que andar así, mendigando, cuando se supone que se tendría que luchar por todo lo que es cultura. Es maravilloso lo que viene de fuera, pero también hay un material muy bonito aquí, una genial materia prima por la que merece la pena luchar. Si dijeras que supone una barbaridad de coste... pero es que se gasta un montón en cosas que (aunque es muy respetable que gasten el dinero en lo que quieran) no son tan necesarias, como un estadio o el museo de los sanfermines, para los que ya se suelta pasta y que es mejor vivirlos en vivo, no en un museo, al que además irá la gente de fuera, no la de Pamplona. Y a nosotros nos dejan otra vez en la estacada. Ya que no está reglado, que no nos dan titulación, por lo menos que podamos estudiar, no pedimos otra cosa. Estudiar aquí aporta muchísimo, porque la calidad de los profesores a nivel de enseñanza es tremenda. Más que la técnica, te enseñan a querer la profesión por la pasión con la que la viven ellos eso y que logran transmitirte.
Pienso que el problema es de la sociedad, entre la que me incluyo. Estamos cada vez más acomodados y perezosos, nos enteramos menos, pero cuando te pilla más de lleno te das cuenta de que hay que moverse como sea y la gente sí te apoya, pero tienes que ponérselo todo en la cara, decírselo muy de cerca. Esta sociedad tristemente nos está haciendo apoltronarnos porque estamos muy cómodos", cuenta Iker Wichi, un alumno de segundo.

Y, precisamente para evitar ese apoltronamiento y revelar a la opinión pública los problemas con los que el arte y la cultura debe enfrentarse a diario, salieron los alumnos de la Escuela de Teatro a la calle, con color, alegría y respeto. Las imágenes, para que nos enteremos todos, están aquí y hablan por sí solas: la leída de un manifiesto, una conga y reparto de carteles, uno de ellos al propio San Fermín.














lunes, 23 de noviembre de 2009

Retratos

Sergio Otegui nació en Zaragoza en 1989 y estudió en el colegio Santa María del Pilar. En 2007 comenzó en la Universidad de Navarra la carrera de Comunicación Audiovisual. Todos sus amigos lo llaman Otto. Le encanta dibujar y, en general, el mundo de la animación. De hecho, su película favorita es Wall-E. Ha accedido a respondernos a unas preguntas a pesar de su apretada agenda:

-¿En qué te gustaría trabajar en un futuro?

Como director, montador, en cine de animación, en radio, en tele, en publicidad, periodismo deportivo... ¿si no sueño ahora, cuando voy a soñar?

-¿En qué crees que te puede ayudar la fotografía en tu futuro profesional (si es que crees te puede ayudar en algo)?

En mucho. La fotografía es la base del cine, de la tele, de la publicidad...

-¿Cuál es la foto que más te ha impactado?

De momento, esta


-¿A qué personaje (uno histórico y otro contemporáneo) te gustaría fotografiar?

A Zach Braff (un actor de una serie que me gusta mucho, Scrubs), y a Walt Disney, por ejemplo.








Sira Hernández Corchete nació en Tarazona. Es licenciada en Ciencias de la Información y Doctora en Comunicación por la Universidad de Navarra. Además de impartir la asignatura de Teoría del Discurso Comunicativo en el primer curso de las Licenciaturas de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad y Relaciones Públicas, dirige, desde el curso 2006-2007, el Seminario de Retórica y Comunicación. Sus primeras investigaciones han estado ligadas al género televisivo conocido como documental de divulgación histórica. Es autora del libro La historia contada en televisión. El documental televisivo de divulgación histórica en España y coordinadora editorial de la publicación Perspectivas del mundo de la Comunicación.







Mónica Martín Roig nació en La Coruña en 1989. Estudió en el colegio Hijas de Cristo Rey. Tiene dos hermanos pequeños y le gusta leer, el cine (sobre todo las pelis románticas), hasta el punto de que colecciona las entradas, así como las de museos y parques, jugar al tenis y guardar en una cajita fotografías que le traen buenos recuerdos y que tienen una historia detrás. En 2007 empezó la carrera de Periodismo en la Universidad de Navarra. A pesar de que es muy difícil acceder a ella, hemos logrado entrevistarla:

-¿Fue algo vocacional estudiar Periodismo? ¿Qué otras opciones te planteaste?

- Creo que el que no estudia Periodismo de manera vocacional, se ha equivocado de carrera. El Periodismo es una profesión a la que creo que hay que dedicar el cuerpo y el alma para hacerlo bien, el que no está dispuesto a ello (y para estarlo hay que sentirlo como una pasión), nunca será nadie en ese mundo.
En mi caso, claramente es algo vocacional. Mis padres tienen una farmacia cada uno, así que estudié el Bachillerato de Ciencias de la Salud con la "esperanza" de que se me quitara de la cabeza la idea de estudiar Periodismo. Yo tenía muy claro lo que quería hacer, pero a la vez era una decisión difícil: una buena vida asegurada frente a la enorme posibilidad de ganar 600 euros al mes y ser una mediocre toda mi vida. Mi padre, farmacéutico y periodista frustrado, siempre me dijo que yo tenía que hacer lo que de verdad me gustara. Finalmente, creo que lo que me hizo decidirme fue que el Periodismo, al menos, me ofrece la oportunidad de intentar cambiar el mundo.

-¿Dónde querrías trabajar en un futuro? (Medio y sección)

- Me encantaría trabajar en un periódico. Si pudiera escoger el que quisiera sería en el "New York Times"; si tengo que bajar un poquito el listón, me quedaría con "El País". Es curioso, pero no me importaría escribir para la edición online, me parece que da mucho más juego. La sección no la tengo tan clara, me gustarían muchas cosas, aunque sobre todo la política, mejor si es internacional (conflictos, diplomacia, pactos...).

-No me puedo resistir a formularte la pregunta obligada a todo periodista, ¿crees que los periódicos están abocados a la extinción?

- Los periódicos no están abocados a la extinción, siempre habrá personas a las que la idea de leer las noticias del mundo en su sofá de siempre a la hora exacta les parecerá lo más maravilloso del mundo. Lo que sí pienso es que se convertirá en algo marginal (salvo que se innove dentro este sector y se inventen nuevas fórmulas... Espero que así sea); pues el futuro de la prensa escrita está en Internet, dónde no se trata de escoger entre las noticias limitadas que se te ofrecen, sino que si te interesa un tema puedes profundizar, contrastar informaciones... y si no te interesa, pues no abres la noticia.

-Profesional de referencia. Tu ejemplo a seguir dentro de la profesión y por qué.

-La verdad es que no tengo ningún profesional de referencia. Me quedaría con lo mejor de cada periodista: la cultura de uno, los contactos de otro, la ética del de allí... No conozco ningún periodista que piense como yo respecto al mundo, con el que me sienta identificada y desee imitar, aunque he de reconocer que mis conocimientos son muy limitados. Sin embargo, me gustaría poder hablar y ser escuchada como Iñaki Gabilondo, admiro el esfuerzo de Silvia Intxaurrondo y su tenacidad, que le ha permitido sentarse al lado de un veterano a pesar de su juventud, y admiro a todos los fotoperiodistas y corresponsales de guerra por el valor que demuestran.

-¿Qué noticia te gustaría dar?

-Hay tantas noticias que me gustaría dar... La paz mundial permanente, la igualdad entre el Norte y el Sur, el fin del hambre en el mundo, el hallazgo de la cura contra el cáncer... Sin embargo, me contentaría con poder hacer un reportaje o una noticia, bien fundamentados, de que todos los gobiernos del mundo, apoyados por sus ciudadanos, están haciendo lo máximo posible para alcanzar estos objetivos.





martes, 17 de noviembre de 2009

Bodega de Otazu

Había sido sumiller en su juventud. El más prestigioso. Las narices de oro se alineaban en sus estanterías. Después de un paladeo sutil, su pluma implacable había hundido restaurantes. Los vinos que él alababa valían más que el consagrado. Hacía diez años, había decidido retirarse de los concursos y dejar de escribir críticas que le granjearon enemigos y le evitaron pagar la cuenta de incontables y opíparas comidas en las que le servían con trato de favor y una sonrisa suplicante. Pero no por ello se había desvinculado del mundo del líquido granate. Ni por mientes. Una vida no se tira así como así por la borda. Había decidido hacer algo de sus vastos conocimientos de enología y había montado unas bodegas. Impresionantes. Arquitectura colosal, botellas de diseño, barricas que eran su orgullo y un producto que cumplía los más altos requisitos de calidad. Una delicia de la que los más exigentes sibaritas se hacían eco, pero que no por ello dejaba de complacer a quienes podían permitirse degustarlo acompañando un sangriento chuletón salpicado de sal gruesa. Aquel día, presentación de una nueva variedad de vino que habían logrado elaborar después de un alambicado proceso y años de esfuerzo y experimentación, fruto de noches de desvelo y esperanza de la profesión, todo el mundo se había congregado bajo las vigas del hermoso edificio. Se ofrecía una rueda de prensa y una cata. Altas personalidades, políticos, afamados críticos, restauradores de renombre, preeminentes miembros del mundillo de la farándula de alto copete y demás personajillos de postín abarrotaban la sala. Las sonrisas flameaban en todos los rostros. Era una jornada de celebración. La estima se traslucía en todas las palabras y la envidia hervía a fuego lento en alguna esquinita mal recauchutada de unos pocos rostros. Desde luego, los indicios no podían ser más halagüeños. Todo iba sobre ruedas. Era un éxito asegurado. La rueda de prensa fue distendida, hubo bromas propias de gente refinada y encantada de conocerse a sí misma, así como de pertenecer a tan selecto círculo de amigotes. Todo el mundo fue exquisito y exhibió un comportamiento irreprochable. No hubo sarcasmos ni un esnobismo demasiado sangrante. La cata dejó a todos los concurrentes deslumbrados.
Pero ahora ya era tarde. La jornada había concluido, de una forma inmejorable. Todos le habían hecho preguntas sobre los aspectos más rebuscados de la bebida de uva fermentada. Para algo era el referente indiscutible del vino. Pensó que al día siguiente su frase más célebre aparecería impresa en todos los periódicos, para acabar de aquilatar la impresión general que resumía su existencia: "El vino es mi vida". Y, al pensarlo, una sonrisa irónica se le desparramó en la cara. Pobres periodistas. Qué crédulos eran, se dijo mientras se metía en la cama, desenroscaba con dedos trémulos de emoción la tapita de una petaca y se echaba al coleto con deleite indescriptible un buen trago de güisqui. No había bebida sobre la faz de la tierra que le gustara más.










domingo, 15 de noviembre de 2009

Álvaro Ybarra

Su vida y sus viajes

Álvaro Ybarra Zavala nación en Bilbao en 1979. A pesar de su juventud, es ya un experimentado fotógrafo que se ha curtido en innumerables conflictos. Empezó su carrera a los 19 años, nada más y nada menos que en Ruanda. El tema surgió mientras se "tomaba unas cañas". Y desde entonces no ha parado y la lista de países que ha visitado pertrechado con su cámara Nikon D700 se alarga hacia el infinito, con destinos a cada cual más impresionante: Irak, China, Afganistán, Sri Lanka, Chechenia, Líbano, Sudán, Colombia, Bolivia, Birmania, Burundi, Los Grandes Lagos, el Chad... Parece que todos los puntos candentes del mapamundi han desfilado por su objetivo. No en vano, se pasa viajando entre 310 y 320 días del año. Él asegura que la única forma que existe de introducirse en el sector es la de "coger una cámara y largarte, por tu cuenta. El problema está en que no nos ayudamos entre los propios fotógrafos, pero estamos hablando de un trabajo que implica una labor social importante y yo no me planteo competir. Cuantos más seamos y más espacios y realidades podamos cubrir, mucho mejor".

Ha trabajado para Time, Sunday Times, Newsweek, Le Monde, XL Semanal... Precisamente, afirma que fue la editora de la revista Time, Alice Gabriner, la que le dio un consejo que preside su forma de trabajar: "No caigas en el error del mundo que rodea a la fotografía. Céntrate en los trabajos y haz lo que realmente quieras hacer, porque es lo que realmente vale". Y eso ha hecho, convertirse en un contador de historias. "El éxito que puedes conseguir aquí, como ser imagen de Nikon, es una anécdota. Si te lo crees estás perdido. Lo realmente importante es cuando consigues publicar una historia, se te quita un peso de encima que es incomparable. Esa responsabilidad cumplida no la paga nadie. Yo tengo la suerte de que estoy haciendo lo que me gusta hacer. Para mí la fotografía es mi vida. Todo lo veo como una foto. Yo siempre he fotografiado lo que siento, lo que puedo y debo hacer, y me implico al 200% en ello".

Su álbum y sus historias

Congo

Desplazados en Kibati


General tutsi rebelde
Muje en un campo de refugiados

Soldados congoleñosApocalipsis Congo. Mutilaciones.Civiles disfrazados

Álvaro Ybarra no se considera un héroe, afirma que su trabajo consiste en poner rostro a los números. Pero ha vivido situaciones que podrían los pelos de punta a más de uno. Por ejemplo, la que vivió en el Congo: "Estaba rodeado de soldados congoleses completamente borrachos practicando canibalismo. Sabes que es una situación límite, y quieres irte. Pero también debes cambiar tu equilibrio interior de una manera en la que consideres normal lo que estás viendo. Y si la cosa se pone tensa, debes encontrar el momento en el que seas invisible para irte y que no se den cuenta de que ya no estás. Me pasó con un hombre, tras ejecutar a una persona, que estaba con uniforme militar. Él era rebelde y estaba con un cuchillo en la boca, totalmente ensangrentado, borracho, con los ojos idos - en una mano llevaba una mano amputada y en la otra un pene amputado. Esa foto la hice... con un 28 [es decir, estaba muy cerca]. No le pides permiso para hacerla, simplemente estás ahí. Ellos sabían que yo estaba, porque yo estaba fotografiándolos. No es la típica situación en la que te gustaría estar, pero si entiendes el lenguaje de cómo moverte en determinados sitios, si no eres un suicida, si no haces tonterías, puedes trabajar. Lo importante en esta vida es hacer lo que quieras al margen de la muerte. Sé que está ahí, pero no pienso demasiado en ella. Soy de los que creen que siempre hay que tener en el bolsillo un billete de vuelta, porque hay gente que te espera y, si te matan, no cuentas la historia".

Afganistán


Ejército afgano en NuristánPolicía corrupta


Drogadictos en KabulHospital de tuberculosos

Álvaro Ybarra va con los ojos limpios a cada lugar, sin ideas prefijadas: "Cada sitio te marca. Si llego a un sitio y no me impresiona lo que veo, me voy. Sin más, dejaría de hacer lo que hago. Todas las realidades son tan reales como cualquier otra, cada problema lo es. Y a mí me parece igual de catastrófico la problemática que puedas tener aquí, como la que pueda tener una niña en Afganistán, una mujer en Grozni o un hombre en Bagdad. Lo peor de las situaciones límite es cómo afectan a la cotidianeidad, que es lo que a mí me interesa fotografiar, incluso en un conflicto armado." Y asegura que, incluso entre la barbarie, cabe la felicidad y la inocencia en esa cotidianeidad de la que habla. Así lo demuestran algunas de sus fotos, tomadas también en Afganistán.


Cometas en Kabul
Roheda, niña afgana

Afsana, niña afgana
Hosha, niña afgana


China

Adentrarse en la realidad poco a poco y contemplarla desde diferentes prismas. Así procede Álvaro Ybarra. "Cuando llegas vas descubriendo una realidad, y luego hay muchas realidades dentro de una misma realidad. Si quieres mostrar algo de verdad, creo que tienes que ser capaz de mostrar varios puntos de vista y que la propia gente te vaya mostrando el camino a seguir con la historia. El mayor error es tener una historia en la cabeza: tal foto, tal cosa. Cuanto más virgen llegues a los sitios a la hora de verlo, mejor. Tienes que meterte y vivir con la gente", asegura. Eso le permitió retratar la China que late debajo del manto oficial, cuando iban a celebrarse las Olimpiadas. Descubrió pobreza, personas enfermas por la contaminación, emigración, precarias condiciones de trabajo




La ciudad de JilinPozos petrolíferos en la ciudad de Daquing

La contaminación de Daquing ha motivado que muchos niños nazcan con deformaciones. En el centro "Pequeño cisne" los atienden.


La insalubres condiciones ambientales han provocado que a Zhao Xiuting Hongwei le crezca un tumor en la caraLa polución no permite que el sol luzca en la ciudad de Tiajin


Muchos chinos, como Gui Xinzhu, están emigrando a las ciudades

Pero lo que encuentran en las grandes urbes como Pekín son trabajos en la construcción de rascacielos, a 150 metros sobre el suelo y ¡sin arnés de seguridad!

Colombia

Álvaro también se ha mezclado con las guerrillas colombianas de las FARC. "No hay que engañarse: cuando fotografías un grupo armado es porque te han dejado estar con un grupo armado. Con el tiempo se olvidan de que estás. Yo he tenido una experiencia en la que luego, visto desde fuera, te das cuenta de hasta dónde has entrado: hasta la cocina. Y te asusta saber hasta dónde has llegado. Para conseguir que me aceptaran me fui a un pueblo y al segundo día le di una nota a un simpatizante de las FARC para que se la pasara al comandante de la zona y le dijera que quería hablar con él. Me tocó esperar y al cabo de unos días aparecieron los guerrilleros, tuvimos una conversación y ahí empezó todo. Si tú no rompes con el código de un conflicto armado, como decir una cosa que no es cierta o prometer algo que no piensas cumplir, no tiene por qué pasarte nada. Cuando estuve con la guerrilla les expliqué que era un fotógrafo independiente que publicaba en cabeceras internacionales y que estábamos dispuestos a llevar las pruebas de vida necesarias para apoyar las negociaciones de paz en las que estaba mediando Venezuela. Fui muy sincero, les dije que no iba a hacer un publirreportaje sobre las FARC y que mi único interés era conocerlos y saber qué había detrás de sus uniformes", relata. La intimidad que logró entablar y la confianza de que se hizo merecedor se hace patente en sus fotografíasLa jungla donde se ocultan las guerrillas



Dos guerrilleros, Flaco y Pastuso

Patricia, una guerrillera, se acicala en plena selva



La cocaína del narcotráfico

Su técnica

Álvaro Ybarra dispara con una Nikon D700. "Es lo mejor que puedes encontrar en digital en el mercado", asegura. Lleva siempre dos cuerpos y tres objetivos fijos: de 28, 35 y 50.
Que sus fotos sean siempre en blanco y negro no responde a una postura artística. De hecho, dice sentirse más cómodo con el color, pero por cuestiones técnicas no lo usa: limita y es más exigente.
"El color tiene mucho más que darte: puedes jugar con dominancias, con sensaciones, el color es un elemento extra que tú añades a la foto, pero también la luz determina mucho las horas en las que puedes trabajar". Y el tipo de fotos que hace no le permite estar a merced de esa coyuntura.
En cuanto a composición, opina que una foto, cuanto más simple, más real. Por ello está volviendo a la película de la simplicidad, la TRI-X 400.
Y es que también sigue tirando en analógico, con un juego de Nikon F6, y en Medio Formato con película de 120 y una antigua Yashica Mat 124G. Siempre se encarga del procesado. "Incluso en película lo escaneo yo mismo", afirma.
En cuanto a su estilo, cuenta que siempre ha fotografiado lo que le llamaba la atención. "No soy consciente de buscar uno u otro estilo. Me gusta disparar con velocidades muy lentas y que te metas. Para mí, la foto buena es la que llega".
Por otro lado, su método es el de disparar poco. "Porque me he criado con la película, incluso con digital tiro poquísimo. Si tiras 2.000 seguro que hay algún momento interesante, ¿pero realmente lo has visto o ha sido suerte? Me pone nerviosísimo cuando tengo un fotógrafo al lado que va como haciendo cine, taca-taca-taca-taca".

Mi valoración

Álvaro Ybarra me parece un fotógrafo de mirada limpia, que se aproxima a todas las historias que ansía contar con respeto, honestidad y valentía. Fotografía realidades muy diversas, pero a todas las trata con una enorme sensibilidad. Retrata la dureza, pero no se regodea en ella. Es capaz de hallar la belleza en lo que aparentemente no es hermoso. El blanco y negro confiere una gran elegancia a sus fotografías, aunque para él no se trate de una cuestión estilística. Aporta enfoques originales y, cuando puede, ofrece puntos de vista que permiten vislumbrar que no todo está perdido. Ahonda en lo humano, ya esté plasmando la mirada cristalina de una niña afgana o la brutalidad de un soldado congoleño. Y esta voluntad de entender la humanidad a través de sus fotos es la que le ha permitido extraer estas sabias conclusiones: "En las formas somos diferentes, pero en el fondo no. Todos los caminos llevan a lo mismo. Todo lo que es diferente en forma lo consideramos enemigo, una amenaza, y nos da miedo abrirnos a esas diferencias que en realidad nos enriquecen. Personalmente, soy un loco del ser humano, con sus cosas buenas y malas, pero en definitiva, es lo que somos".
Por eso, Álvaro Ybarra es un fotógrafo que no juzga, que no imparte lecciones, pero que a la vez denuncia, que nos conmueve, que nos hace entender el mundo y a sus verdaderos protagonistas, la gente común, que es la que al final mueve la Historia, en su justa medida. "En un conflicto armado todos son víctimas, incluso los verdugos. Evidentemente, yo no puedo mirar de la misma manera a alguien que ha violado a cinco mujeres que a otro que no lo ha hecho. La imparcialidad no existe, pero como fotógrafo lo que quiero comprender es la doble moralidad. Me interesa averiguar qué hay detrás de cada protagonista y como fotógrafo no entro a juzgar".
Así pues, sus fotos son muy cercanas y, por encima de la raza, la nacionalidad, el sexo o la religión, lo que nos ofrece son seres humanos en su vida diaria, aun cuando ésta se desarrolle en medio de la más cruda barbarie. Logra alcanzar esa intimidad actuando según él, "como ser humano, tratando a la gente de igual a igual. Soy un testigo, así que no hago preguntas. Nadie se siente cómodo cuando un fotógrafo se mete de la noche a la mañana en su casa. Para ganarme esa confianza me armo de paciencia, estoy mucho tiempo en el terreno y me voy a vivir a las comunidades. No piso los hoteles. Soy muy consciente de que nadie me ha llamado, pero si actúas con respeto y asumes sus mismas circunstancias, las personas siempre se acaban abriendo y entonces es posible contar una historia". Así se explica el secreto de que se haya convertido en un genial contador de historias y en un gran retratista del ser humano. Se nota que le gusta la gente y comprometerse con ella. Su arte es, sin duda, el mejor modo de hacerlo.

Una de sus fotos más conocidas: la marine estadounidense fotografía a un niño iraquí que la apunta con una pistola de juguete. Media hora después de que Álvaro Ybarra tomara la foto, el coche donde viajaba la soldado voló por los aires al explotar una bomba. Álvaro Ybarra viajaba sólo dos coches más adelante.